Aunque el censo ganadero seguía disminuyendo, aún quedaban en 1919, los ganaderos trashumantes Manuel Gómez, Epifanio García, José Fernández, Hermenegildo de Diego, Benito Espiga, Eusebio Tirado y Francisco García, que además de trashumantes, sobre todo los dos primeros, tenían ganado lanar dedicado principalmente a la venta en mercados, para carne. Estas familias continuaron con esta actividad ganadera, al menos hasta los años sesenta, y a raíz de la Guerra Civil se incorporaron otros ganaderos.
En esos años los rebaños trashumantes solían regresar en el mes de mayo a la villa y poco después iniciaban las faenas del esquileo, a las que solían concurrir dos numerosas cuadrillas de esquiladores compuestas por vecinos de Ventrosa, Villavelayo, Tolbaños de Abajo (Burgos), Valdepez y otros años también de Barbadillo del Pez (Burgos), que amenizaban la villa con alegres cánticos, el pelear y ladrar de los mastines…
Durante este mes se veía muy concurrido y animado el hermoso paseo de la Fuentina y se oía con deleite los diarios conciertos que en los mismos se daban. Cuando los rebaños trashumantes regresaban de los pastizales de Brozas, Alcántara y Sierra Fuentes, Cáceres y la Caracolera de Ciudad Real, pastaban en los parajes de la sierra de Urbión denominados Campoluengo, Campituezo, La Nevilla, La Alrrucea y Collado de la Traición, entre otros.
El itinerario que se seguía en su ida y regreso a Extremadura, se hacía atravesando los campos de Castilla dirección Medina del Campo y Salamanca, pasando el Duero y el Tajo, según se describe en unas quintillas del poeta Pancho. A partir de 1930, el regreso de las ovejas de Extremadura, solía hacerse, en algunos casos, en ferrocarril, hasta Almazán (Soria) o hasta Burgos en otros casos, donde desembarcaban y a donde salían en su busca sus propietarios, Fernando, Santiago García, etc.
El mantenimiento de la ganadería trashumante en esta etapa seguía tropezando con la dificultad para la venta de la lana. En junio de 1926, El Najerilla daba la noticia de que “resultaban chicas las lonjas donde depositar la lana, debido a no haberse vendido el corte del año anterior por falta de demanda y precio remunerador, no explicándonos la causa de la baja en este artículo, sosteniéndose a tan elevado precio los géneros que de ella se derivan”. Este mismo hecho se produce otros años.
En esta etapa se sigue recogiendo la bellota para el engorde de los cerdos y para la alimentación de la ganadería estante en invierno. En diciembre de 1922 El Najerilla daba la noticia de que “se ha terminado la recolección de la bellota que este año ha sido administrada con orden y en razón; habiendo metido en casa la mayoría de los vecinos —después del engorde de los cerdos—, buenas fanegas de la misma, que siempre es un recurso; pero más de apreciar, en estos años que tan escasos están los piensos” En noviembre de 1924, el mismo Najerilla decía que “está en todo su apogeo la recolección de la bellota, que ese año ha superado a los anteriores, viéndose los vecinos en gran apuro por la falta de locales donde tenderla, pues hasta los dormitorios están llenos, dándose el caso de no poder dormir con tranquilidad, pues de uno al otro piso se oye el ruido que hacen los granos”.” La Moraga o matanza del cerdo continuaba teniendo lugar en noviembre o diciembre de cada año, según la abundancia o escasez de piensos.